Arquitectura y heráldica, o lo que viene a ser lo mismo: el espacio dimensionado por la persona para poder vivir y el distintivo simbólico de esa misma persona (o personas). Dos ámbitos que han cohabitado desde los primeros tiempos. Dos ámbitos que a menudo han evolucionado juntos formando un todo. Como dice Enrique Varela:
…..los castillos, y la arquitectura en general, envían ideas, proyectan una serie de significaciones en vida que nos hace presuponer que la relevancia de esta arquitectura va más allá de la meramente utilitaria, supone que esa obra arquitectónica está cargada de ‘significación’…..
Efectivamente, cuando nos aproximamos a cualquier construcción, y en cualquier época o etapa histórica, no solamente lo hacemos a un espacio conformado por materiales físicos sino, y posiblemente sobre todo, nos adentramos en una esfera donde el valor simbólico está muy presente.
Como en tantas ocasiones hemos repetido, las piedras, además de realizar funciones utilitarias y de cobijo, hablan. Una cueva prehistórica, un puente romano, un castillo medieval, un palacio árabe o una iglesia gótica encarnan más eficientemente que multitud de tratados los residentes en estos espacios y su dimensión social.
Pero además del propio discurso del edificio los hombres y mujeres que construían, o mandaban construir, intentaron identificar sus edificaciones mediante signos y grabados que “hablaran” del autor o del propietario. Si afirmamos que una de las catequesis, aún cierta teología, más eficiente es la que podemos aprender y observar a partir de iglesias románicas, góticas o renacentistas, es razonable deducir que los signos identificativos de una vivienda, un castillo o un palacio son tan relevantes para el gobernante, y para los gobernados, como ciertas disposiciones administrativas o bélicas. Y sin duda para los estudiosos que posteriormente quieran adentrarse en una època o una biografía. En ese edificio (palacio, castillo, vivienda, …..) la personalización, el distintivo personal, del propietario y del autor, es esencial para poder “escuchar” aquello que las piedras nos dicen. Aquello que el señor o dueño o creador quiso expresar.
No solamente las propias construcciones, también los símbolos específicos que se introducen en estas construcciones son innumerables. La cantidad de símbolos heráldicos en las edificaciones es tan amplia como permanente a lo largo de la historia de la humanidad. Aún ahora, un período bastante prosaico y trivial, es habitual la inclusión de escudos o emblemas en edificios. A menudo es el propio edificio quien pretende ser símbolo. Un símbolo que identifique al propietario o aquellos iconos que le son especialmente queridos. Aunque en este último caso pueden darse interpretaciones donde es muy fácil caer en estéticas repetitivas, reiterativas y siempre poco fiables 1 cuando no estrambóticas o más próximas a un malentendido amor patriótico o estético que a una respetuosa valoración de las construcciones históricas.
La gran cantidad de signos heráldicos ha propiciado una literatura arquitectónica y blasonaria abundante, especialmente en lo que se refiere a los elementos identificativos en las construcciones. La proliferación de estudios sobre marcas de canteros en iglesias y catedrales, solo por citar un apartado, es cuantiosa. Y no solamente en aquello que es propio de las materias constructivas, también en el lenguaje privativo de cada especialidad, en la semántica específica, de la arquitectura y heráldica 2. Así pues la relación entre elementos arquitectónicos y elementos heráldicos, por original que pueda parecernos, es tan estrecha como permanente e intemporal.
Sin embargo mientras el estudio de elementos heráldicos en construcciones es abundante lo es mucho menos cuando analizamos los elementos o componentes arquitectónicos en los símbolos. Especialmente en lo que se refiere a la heráldica municipal y, concretamente, en la valenciana.
Esta es la principal razón de esta reflexión: observar la multitud de materiales y utensilios arquitectónicos en los escudos y banderas de ciudades y pueblos valencianos. Aunque no únicamente municipales valencianos ya que, aún siendo estos ejemplos los más relevantes y significativos, tanto en el resto de blasones ciudadanos como en los privados la presencia de elementos de edificación son tan interesantes como numerosos.
Otra razón, y no menos importante de esta reflexión, se debe a la falta de protagonismo de los especialistas (heraldistas y arquitectos en comunión) en la recuperación de un diseño heráldico adecuado. La estética y aún la idoneidad histórica o alegórica es a menudo discutible. Supuestas iglesias románicas o puentes góticos se reflejan en escudos y estandartes con ejemplos que nada tienen que ver con las arquitecturas de estos períodos. Construcciones populares (como barracas o fuentes) suelen reproducirse como edificaciones totalmente distantes de los parámetros tradicionales. Materiales o herramientas de siglos pretéritos aparecen esbozados como si de ahora mismo fuesen. En definitiva, la ausencia de conocedores y técnicos conduce a un reflejo heráldico erróneo y distorsionador en demasiadas ocasiones.
Nadie duda de la importancia de recuperar un edificio. De poner en uso cotidiano aquello que puede aún servirnos. Pues bien, el rescate simbólico de esas mismas construcciones debería ser objetivo tan relevante. Hemos de considerar el dibujo y el conocimiento de los elementos heráldicos, y concretamente arquitectónico-heráldicos, como espacio recuperador y restaurador objeto de preocupación, estudio y trabajo de esos profesionales. El feliz y adecuado reflejo de símbolos personales o comunitarios puede tener, para el individuo o para la colectividad, un valor tanto o mas cuantificable que la adecuada recuperación física del espacio o inmueble.
Actualmente, como consecuencia de la organización autonómica del estado, las competencias para otorgar o recuperar los símbolos heráldicos municipales (escudos, banderas, estandartes, etc…) corresponde a las autoridades autonómicas. Aunque dicha competencia se ejerce de forma diversa. Así, por ejemplo, en La Rioja aprueba los símbolos el gobierno regional tras escuchar el informe preceptivo de la Real Academia de Historia a tenor de la Ley de Régimen Local de La Rioja. En este caso vemos que se reproduce exactamente la acción administrativa tal y como se realizaba con anterioridad a la España de las autonomías: la Academia de la Historia, a propuesta municipal, emite informe que acepta, o no, el gobierno (en este caso el autonómico, anteriormente el central).
En otras autonomías es una consejería determinada la que aprueba la propuesta municipal. En Andalucía lo es la de Gobernación y Justicia, por ejemplo.
Sin embargo en otras se crean comisiones técnicas que a petición de parte o de motu propio informa de la simbología adecuada.
Notes:
- A título de ejemplo, y solamente en territorio valenciano, recordaré algunas residencias,habitualmente segundas residencias, en las que se ha pretendido reconstruir las Torres de Serranos ampulosa y pretenciosamente, y aún las de Serranos, las de Quart y una barraca en un triángulo constructivo auténticamente kitch. ↩
- El lambel, como veremos posteriormente, por ejemplo tiene valor semántico en ambos lenguajes: en el de la arquitectura gótica y en la heráldica para señalar la no línea directa hereditaria. ↩
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