Introducción.-
La necesidad en las personas por expresar sus pensamientos mediante formas gráficas es evidente ya desde los primeros tiempos de la humanidad. El homo sapiens, a finales del cuaternario, intentará manifestarse con signos sobre piedra, arcilla, metal, piel, cera, madera, huesos, ….con una primera forma de escritura con imágenes que llamamos pictografía.
El pictograma, a pesar de presentar escenas figurativas o simbólicas, se aleja del dibujo por el espíritu que preside su esquematización, su tendencia a la abstracción. Se hace ideograma conceptualizandose; ya no se trata de contar una historia o de fijar los aspectos de un mito, sino de asentar los signos, marcando las etapas de un desarrollo paralelo a aquello de que se habla.
El segundo estadio de la escritura intentará cerrar cada una de las palabras que contiene una frase en un signo diferente. Los grandes sistemas de escritura –cuneiforme, jeroglífica o china- marcan etapas anteriores a la fonetización. Anotar los sonidos de las palabras supone una inmensa simplificación de los signos gráficos necesarios. Esta es la evolución que siguieron los jeroglíficos egipcios, donde un determinado dibujo no expresa forzosamente la idea que representa, sino que pronunciado en voz alta, antes o después de otros dibujos, formará por asociación de sonidos una palabra que no tiene relación con los dibujos que la conforman. La escritura hierática, usada por el clero, y la demótica, por el pueblo, simplifican los dibujos reduciendolos a la condición de fonemas hasta conformar una manifestación escrita absolutamente diferente de la imagen dibujada. Creando un código de sonidos y fonemas articulados que permitirán un juego ilimitado de posibilidades de expresión.
Pero el soporte sobre el que trasmitir la escritura será esencial para ampliar receptores y también para facilitar el uso. De la piedra, madera, metal o arcilla pasaremos al papiro y al pergamino y, finalmente, al papel.
Tradicionalmente se ha considerado China, concretamente la corte de Ts’ai Lun alrededor del año 105 a.C., como cuna de la fabricación de papel a partir de una mezcla de algodón y bambú; pero, seguramente, cinco siglos antes, sobre el 625-610 a.C., ya se fabricaba en Corea y Japón un especie de papel semejante al de seda chino posterior. En cualquier caso, el que a nosotros nos interesa ahora es la introducción que se realiza en el mundo occidental, y concretamente en Europa, de este material.
Serà en Xàtiva, sobre el año 1150 de nuestra era, cuando se iniciará la fabricación europea de papel. Aunque la leyenda, bastante extendida a partir de una probable invención de D. Carlos Sarthou Carreres que nos habla de un árabe llamado Abu Masaifa, no parece excesivamente rigurosa sí sabemos que el primero de los molinos papeleros europeos estuvo situado en la zona del Raval de Xàtiva junto a una acequia. Por otra parte el prestigio de esta ciudad como originaria del papel europeo, aunque territorio musulmán en aquellos momentos, fue tan grande que hasta años bien recientes en el norte de Africa un tipo de papel muy blanco y satinado recibía el nombre de xativí.
La fabricación de papel, y consecuentemente la posibilidad de hacer uso de un soporte escripturístico ágil, barato y de uso fácil, ha sido trascendente no sólo para las artes gráficas sino para la propia capacidad administrativa de los países. No puede parecernos anecdótico que la Corona de Aragón haya sido, de entre los estados medievales, el de mayor y más extensa organización burocrática. La explicación es bien sencilla: la existencia de las fábricas xativinas permitía a nuestra Corona un material económico y abundante para formalizar los expedientes, del que adolecían otras administracions obligadas a concretar sobre pergaminos u otros materiales díficiles y caros las disposiciones cortesanas.
Todo esto significó que los productores árabes y los comerciantes judíos de Xàtiva fueran destinatarios de regalías y derechos reales para poder realizar en las mejores condiciones y en las circuntancias más adecuadas su trabajo. Un trabajo a menudo considerado como secreto de estado por la Corona.
La aparición de la imprenta.-
Pero el invento que había de revolucionar decisivamente la producción gráfica será, evidentemente, la imprenta.
En China, por lo menos quinientos años antes que Gutenberg, ya se usaba una técnica de impresión que podríamos señalar como antecedente de la imprenta. Originariamente cada plancha estampaba una sola página, pero posteriormente se introdujeron los tipos móviles que permitieron una inmensa capacidad combinatoira. Sin embargo los 50.000 signos diferentes de la escritura china exigía un esfuerzo enorme para poder preparar las planchas de impresión. Un libro corriente exigía entre 4.000 y 5.000 caractéres diferentes, cifra desorbitada y casi imposible para impresores y editores. Por otra parte los tipos móbiles chinos ni eran excesivamente resistentes (en ocasiones eran de cerámica) ni habitualmente se conseguía un ensamblaje correcto a la prensa que permitiese una imagen diáfana.
Johannes Gutenberg de Maguncia, a partir de 1436, teniendo en cuenta que las lenguas indoeuropeas tienen un número reducido de signos, inicia un nuevo procedimiento en el uso de tipos móviles, datando así el nacimiento de la imprenta tal y como la hemos conocido. Gutenberg halla una aleación fácil de fundir pero a su vez muy resistente, una vez fríos los tipos, compuesta básicamente de plomo, antinomio y estaño. Esta aleación, con pequeñas correcciones en las dosis, ha continuado vigente hasta nuestros días en que la aparición de nuevas tecnologías la ha marginado, pero aún es habitual en las imprentas tradicionales.
La expansión del invento de Gutenberg será inmediata por toda Europa. Dos discípulos de Gutenberg, Sweynheim y Pannartz, establecerán un taller en Subiaco (Italia) en 1464, apenas diez años después de la impresión de la Biblia de 42 líneas, considerada el primer libro surgido del invento gutenbergiano. Después se desplazarán a Francia, donde también montarán taller Friburger, Crantz y Gering. Hess pasará por Italia para establecerse definitivamente en Hungría
En el caso español aún subsiste una fuerte polémica sobre el lugar en que aparece la primera imprenta. En algún momento se consideró que la Gramatica Latina, de Bertomeu Mates, pudo imprimirse en Barcelona en 1468. Tambien se considera esta ciudad cuna de la edición de una Catena Aurea de santo Tomás. Los estudios e investigaciones actuales excluyen estos supuestos, como tantos otros que parecen deberse más a un localismo, a veces trufado de chovinismo, desmesurado que a una rigurosa propuesta.
Distinta es la tesis sobre el Sinodal (también conocido como Sinodales), un conjunto de hojas religiosa dispersas editadas probablemente en Segovia en 1472, por Johan Parix d’Heidelberg, por encargo del obispo de aquella ciudad, Juan Arias Dávila. Sin embargo hay que señalar que todas estas primeras ediciones carecen de colofón que date sin duda su fecha de impresión, por lo que las presuntas certezas son, a menudo, solo suposiciones.
Pero la primera imprenta española, incuestionablemente documentada, es la valenciana 1. El libro más antiguo surgido de las imprentas valencianas Les Obres o Trobes en llahors de la Verge Maria, fue editado en el taller de Lambert Palmart a finales de 1474, y coniene los versos de un certamen celebrado en la ciudad del Turia en febrero de dicho año 2. Por cierto este año, 2006, es el quinto centenario de la muerte de uno de los poetas incluídos en el libro, Lluís Alcanyís, que fue un gran médico y autor de libros de medicina como el Regiment preservatiu e curatiu de la pestilencia, impreso por Nicolau Spindeler en 1490. Alcanyís, como bien saben, fue quemado vivo por judaizante el 25 de noviembre de 1506 por la Inquisición.
Documentalmente sabemos que en aquel tercio final del XV los negocios de impresión, edición y venta de libros en Valencia eran bastante habituales, ya que Felip Vitzland, heredero del difunto Jacob Vitzland y ambos delegados de la Gran Compañía Comercial de Ravensbug, pleitea en 1476 por un contrato firmado en el mes de enero del año anterior entre su hermano, Jacob, y el mercader veneciano Berniço por una partida de papel que por su volumen solo podía destinarse a actividades industriales.
Por otra parte, en tanto la producción valenciana es constante y considerable, la restante española apenas presenta unos pocos títulos dispersos e irregulares, seguramente producidos desde imprentas móviles, no estables 3. Por tanto puede decirse que el origen de la imprenta española (y subsidiariamente americana ya que los primeros impresores en aquel continente procedían de estas tierras) es valenciano, y hasta bien entrado el siglo XVI podríamos afirmar que la imprenta valenciana es sinónimo de imprenta española.
¿Por qué razón será Valencia la cuna de la imprenta española?. Tres causas, interrelacionadas, me parece conveniente citar: En primer lugar, la tradición, por lo menos artesanal, de unas producciones valencianas emparentadas al mundo de imprenta y las artes gráficas. Por ejemplo, la impresión de naipes. La fabricación valenciana de juegos de cartas era tan relevante que los aficionados (y actualmente los coleccionistas) preferían los naipes de aquí por encima de cualesquiera otros. Uno de los poetas incluídos en les Trobes……., Joan Sant Climent, era de profesión fabricante de naipes, y quien sabe si su consejo profesional no rompería las desconfianzas y prevenciones de quienes no eran partidarios de hacer uso del nuevo invento gutenbergiano para loar la Virgen. Pero no solamente los naipes tenían relación con las artes gráficas: la serigrafia (ahora mismo los impresores y artistas conocen el amplio espectro que ofrece esta mecánica impresora) era un sistema de estampación bien conocido por ciertos profesionales, por ejemplo los ceramistas, desde los tiempos de la dominación árabe. Las trepas y estarsits no solo servían para estampar sobre objetos ceràmicos o de uso doméstico sino tambien, evidentemente, sobre papel.
La etapa de esplendor social, económico e intelectual de la Valencia del siglo XV será la segunda de las causas.
En contraste con la recesión económica general del occidente de Europa, Valencia vive en la segunda mitad del XV un de los períodos más brillantes de su historia. Convertida en capital cultural, social y mercantil de la Corona de Aragón, se convierte en la ciudad más poblada de la Corona y de toda la Península Ibérica cristiana (solo Granada, aún islámica, tendrá más habitantes). Mientras Barcelona rondaba los 30.000 habitantes, Zaragoza los 20.000 y Palma de Mallorca apenas llegaba a los 15.000, Valencia presentaba un censo de 75.000 almas. Este será el siglo de las grandes construcciones civiles y eclesiásticas, el de los nombres históricos más destacados, el de nuestros escritores más importantes (y solamente como ejemplo quiero citar al autor de Tirant lo Blanch, Joanot Martorell, o a la insigne Sor Isabel de Villena, a la que podríamos definir como la primera escritora feminista de nuestra historia).
Si hiciésemos un inventario de los primeros impresores que se establecieron en Valencia seguramente llamaría la atención la condición alemana de casi todos. Lambert Palmart, Nicolau Spindeler, Joan Rosenbach, Pere Hagenbach o Cristòfol Kofman son los nombres de algunos de ellos. Pero no solamente el origen germánico lo apreciamos en los impresores, también los comerciantes y editores que negociaban los productos de la imprenta valenciana o quienes suministraban a los talleres gráficos. Jacob y Felip Vitzland, Joan Rix de Cura, son sólo una pequeña muestra de la gran cantidad de alemanes en las raíces de nuestra imprenta. ¿Qué razones propician tal circunstancia?. Evidentemente el origen del propio invento del arte de imprimir, ya que una considerable porción de los impresores son discípulos, o discípulos de discípulos, del propio Gutenberg. Tambien ha de tenerse en cuenta la dispersión que las luchas religiosas de finales del siglo XV, y sobre todo el asalto a Maguncia, ocasionan entre ciudadanos de los burgos alemanes y concretamente entre los impresores (profesionales de una tarea a menuda contemplada con reticencias per uno y otro bando contendiente).
Pero el elemento capital para esta presencia se debe sin duda a la existencia en Valencia de una delegación de la Gran Compañía Comercial de Ravensburg 4.
Las ciudades de la Alta Alemania conocen a partir del siglo XIV un fuerte desarrollo económico, ligado al comercio, que propicia la expansión de empresas alemanas por todos los lados. La Gran Compañía Comercial de Ravensburg tendrá, a finales del siglo XV, delegaciones en Berna, Ginebra, Lyon, Avingon, Marsella, Milán, Genova, Nuremberg, Viena, Budapest, Barcelona, Zaragoza y Valencia, entre otras. Sus negocios abarcan desde la importación, exportación y comercialización de téxtil a granos, de la madera a la metalurgia, de las pieles al vino…..todos los productos de valor suficiente y de posible transporte serán objeto de transacción. Valencia es un gran puerto, con un elevado intercambio comercial, tiene todas las condiciones para convertirse en una de las sedes más destacadas de la Ravensburg, y en una especie de punto crucial en las relaciones entre los países de las penínsulas Ibérica e Itálica, a menudo bajo la soberanía de un mismo rey o señor.
Uno de los productos que supone mayor volumen de las operaciones es el que se deriva de la industria extractiva y metalúrgica. Dado que hemos de considerar la imprenta, en su origen, como un apartado de la tecnologia metalúrgica (la fundición de tipos, una tarea eminentemente metalúrgica, es en definitiva la gran aportación tecnológica gutenbergiana) no debe sorprendernos que la Gran Compañía y su delegación valenciana se interesasen por la introducción del nuevo invento en la ciudad peninsular cristiana más populosa y con motivo de una efemérides tan excepcional como fue el certamen poético mariano.
La edición de Les trobes…., por otra parte, cabe considerarlo relevante ya que por primera vez la imprenta abandona la tipologia gótica, la habitual en esos momentos en la imprenta dado su origen germánico, introduciendo caracteres románicos que son los de uso por estos pagos. Pero no solo la letra, también el formato. Mientras la letra gótica y los grandes formatos nos remiten a un producto para uso monacal o de corte, la románica y las dimensiones reducidas (el formato de la mancha en el libro es de solo 151 x 75 mm.) permiten un uso más extenso, democrático diríamos ahora, y una mayor accesibilidad del posible lector.
Jacob Viztland, agente en Valencia de la Gran Compañía Comercial de Ravensburg, llama a Lambert Palmart para la impresión de Les trobes…., en 1474, pero su colaboración será amplia, rica y extensa. En 1475 publican el Sallusti i el Comprehensiorum, primer libro con data y colofón de la imprenta española. En 1477 la Tertia Pars Summe Sancti Tome, primera obra en la que en el colofón aparece el nombre de Palmart como impresor. Entre 1477 y 1478, Palmart, editará una de las obras más polémicas de la imprenta valenciana, la Biblia de fray Bonifaci Ferrer, el hermano de san Vicente. Hasta el año 1479 estará en activo Palmart en Valencia, colaborando con los Vitzland ya que muerto Jacob le sucederá su hermano Felip, un entusiasta editor oscurecido a menudo por personalidad de su hermano.
Lambert Palmart no solamente es le primer impresor de quien tenemos noticia cierta en la Península Ibérica sino el iniciador de la escuela de impresores españoles. Alonso Fernández de Córdoba trabajará con él hasta que en 1477 se independizará para publicar la Summula Confessionis y, posteriormente, los Comentarios a los Salmos de David (1484) y el Tractatus contra judeos (1486), trasladándose de Valencia a Murcia donde continuará en el arte de imprimir que a su vez su hijo Francisco extenderá por Castilla abriendo un taller en Salamanca.
Hasta finales del S. XV, además de Palmart i Fernández de Córdoba, ejercen en Valencia Nicolau Spindeler (1489); Martí Pasquasi (1489); Joan Rosenbach (1491); Francesc de Padua (1493); Pere Hagenbach (1493); Leonard Hutz (1494); Pere Trinxer (1495); Lope de Roca (1495); Joan Jofré (1498); i Cristòfol Cofman (1499). Mayoritariamente alemanes, tal como se deduce per los apellidos, aunque ya con la presencia de algún italiano, bretón, flamenco o español.
El trabajo de los impresores casi siempre lo será por encargo de los comerciantes, que actuan como una especia de protoeditores (reuniendo la condición moderna de editor con la de librero y comerciante de las materias primas necesarias –papel, tipos de imprenta, maquinaria, etc..-). Estos comerciantes serán decisivos en el asentamiento del nuevo invento en la capital valenciana. Y en ocasiones serán esos mismos comerciantes quienes solicitarán la presencia en la ciudad de impresores (por ejemplo en el caso de Jacob Vizlant y Lambert Palmart). Tambien en este apartado, el de los comerciantes, la presencia germànica es relevante, y a los Vizlant, Jacob y Felip, hamos de añadir la de Rix de Cura y la de Jaume de Vila (aunque en este último caso aún se polemiza sobre un posible origen italiano). A estos editores extranjeros, vecinos de Valencia, se les unirán pronto valencianos como el notario Miquel Albert que a partir de 1493 inicia una ambiciosa producción entre la que encontramos obras como el Repertorium Perutile de Pravitate Hereticorum et Apostatarum (1494), Lo Quart del Cartoixà de Joan Roís de Corella y el Cordial de Bernardí Vallmanyà (1495). También podemos citar a Gabriel Lluís Arinyo que financió algunos de los títulos impresos por Fernández de Córdoba.
Los siglos XV y XVI.-
En un listado, no exhaustivo, de la imprenta valenciana desde la aparición de les Trobes al final del siglo encontraremos alguno de los libros más importantes de la producción editorial peninsular de todos los tiempos: además de les Trobes, Palmart imprimió en 1475 el Sallusti y el Comprehensorium, en 1477 la Tertia Pars Summe Sancti Tome. Ese mismo año Fernández de Córdoba edita la Summula Confessionis y al año siguiente la Bíblia de fray Bonifaci Ferrer. Palmart estampa en 1482 Els Furs; en 1483 se publica el Primer Llibre de lo Crestià d’Eiximenis; en 1484 también de Francesc Eiximenis el Regiment de Prínceps e impreso por Fernández de Córdoba los Comentarios a los Salmos de David, quien al año siguiente imprimirá el Tractatus contra judeos. En 1487 Palmart imprimirá Obra de la Sacratísima Concepció; y en 1490 aparecerá la obra cumbre de la literatura valenciana y una de las novelas mundiales decisivas, Tirant lo Blanch de Joanot Martorell, confeccionada en los talleres de Nicolau Spindeler. Ese mismo año, 1490, aparecerá el Regiment Preservatiu i Curatiu de la Pestilencia del médico Lluís Alcanyís y el Psalteri de Roís de Corella. Estampado por Joan Rosenbach, en 1491, se editará el Menyspreu del Món de J. Gerson, en traducción de Miquel Pereç. En 1493 Hagenbach i Hutz publicarán Furs Nous fets per lo cristianíssim e Molt Alt Senyor Rei Don Fernando. En 1494 Repertorium Perutile de Pravitate Hereticorum et Apostatarum de Miquel Albert y la Vida de la Sacratísima Verge Maria de Miquel Pereç. En 1495 aparecerán de Roís de Corella Lo Quart del Cartoixà, de Bernardí Vallmanyà Cordial de l’Ànima, y del segorbino Francesc Vicent Llibre dels Jocs Partits dels Schachs considerado el libro que introduce el ajedrez moderno. En 1497 Lope de Rueda, que a pesar de su castellanizado nombre era de origen alemán, imprime El Procés de les Olives de Bernat Fenollar, Lo Somni de Joan Joan de Jaume Gasull, y Vita Christi de sor Isabel de Villena, probablemente el primer libro de la historia de la imprenta que podemos llamar feminista. En 1499, el último de los impresores alemanes llegado a Valencia, Cristòfol Cofman estampará Regiment de la Cosa Pública de Francesc Eiximenis, y este mismo año Narcís Vinyoles publicará su Omelia sobre lo Psalm del Miserere.
Philip Berger cita veinticinco impresores ejerciendo en Valencia entre 1474 y 1560. De ellos ocho eran españoles, siete alemanes, dos flamencos, tres franceses, uno de Saboya y cuatro de difícil adscripción, aunque se decanta por un origen español. Pero señalando que en el siglo XV, el período precursor del nuevo arte, son mayoritariamente alemanes quienes protagonizan la edición valenciana mientras que a partir de 1499 se ralentiza la presencia germánica.
A pesar que el número de impresores extranjeros, excepto en el caso de los alemanes, continuará creciendo serán los hispánicos quienes abrirán más talleres de impresión desde los primeros años del siglo XVI. Diego de Gumiel (de Gumiel, también con taller en Barcelona, será la segunda edición, impresa en esa ciudad, del Tirant), Duran Salvanyac, Joan Baldoví, Antoni Sanahuja, Gabriel Ribes, Martí d’Esparsa, Miquel Prats, Alvaro Franco, Bartolomé Lorenzana, Juan Crusóstomo Garriz i Diego de la Torre son algunos de los nombres que al largo de este siglo se unirán a la nómina de impresores.
En las primeras décades de este siglo la imprenta valenciana continuará produciendo alguna de las obras más destacadas de la producción hispánica: La Vida de Sancta Magdalena en Cobles de Jaume Gasull, en 1505; Vida de Sant Vicent Ferrer de Miquel Pereç, en 1510; y sobre todo Blanquerna la obra cumbre de Ramon Llull que imprimirà con notables grabados Joan Jofré en 1521.
Pero la esplendorosa Valencia del XV, a causa de la Guerra de las Germanías y tambièn de las condiciones sociales, geográficas y políticas del descubrimiento del Nuevo Mundo, poco a poco, y a pesar de que aún por algunos años continuará con cierto protagonismo en la imprenta peninsular, verá como mengua su privilegiada posición y como emigran hacia otros lugares (como señalaba anteriormente serán valencianos los que en las Américas introducirán el nuevo arte de imprimir) profesionales que se habían establecido o habían aprendido el oficio en Valencia. Una Valencia cuya tradición impresora conserva el prestigio de unos siglos capitales para el desarrollo y democratización de la cultura escrita.
Notes:
- Tradicionalmente se ha situado junto al Portal de Valldigna el taller gráfico de Palmart. Creo que aún siendo cierto que allí el impresor vendía sus obras, allí se situaba el comercio de librería, era en la Volta del Rossinyol (junto al actual Museo de BB.AA. san Pio V) donde estaba la prensa, y también la residencia privada de Palmart, ya que las posibilidades materiales (acequia próxima –tambien cerca del Portal de Valldigna pasaba una acequia, espacio abierto para fundir, local diáfano, etc…) permiten suponer que era este el espacio industrial mientras que el el comercial se localizaría en el Portal. ↩
- Certamen importantísimo a tenor de los nombres ilustres que concurren y de la decisión de los jurados de la ciudad en conceder el premio previsto (un jubón de rica tela) a la propiaVirgen como impulsora de la obra poética presentada. ↩
- Uno de los grandes impresores valencianos, Pere Patrici Mey (padre y esposo de una saga destacada –su mujer fue Jerónima Galés-, murió en la Cartuja de Valldecrist trabajando con una imprenta móvil). ↩
- Ravensvurg, actualmente una ciudad del estado federal de Baden-Wüttemberg, continúa siendo una población eminentemente comercial a pesar del modesto número de sus vecinos (aproximadamente unos 50.000). Una ciudad cuyo casco histórico, con una estructura medieval relevante, es fiel exponente de la pujanza de los burgos alemanes más dinámicos de su tiempo. ↩
Decir que subsiste polémica sobre el primer libro impresa en España no hace honor a la verdad. Basta consultar con honradez un poco sobre el Sinodal de Aguilafuente y no ha lugar a la duda, salvo que uno quiera llevar el agua a su molino, claro.