Sin duda recuperar un paisaje, unos recuerdos o unas amistades proporciona satisfacciones y sensaciones especiales. Aquello que significó, en un momento, una vivencia adquiere evaluaciones superiores a las de la simple alegría de una recuperación escueta. No son las casas como inmueble, las amistades como simples conocidos o los recuerdos como datación de un pasado sino la percepción de todo un mundo (un mundo personal e intransferible, eso sí) que permite contemplarnos como seres más plenos y sensibles, más completos y enriquecidos emocionalmente.
Recuperar Ifni, en un viaje inolvidable (y perdonen el pretencioso adjetivo pero es así), fue para muchos de los que nos desplazamos en el tránsito de julio a agosto de este año a aquel territorio una emoción que va mucho más allá de la estricta recuperación de unos recuerdos o imágenes. Especialmente para aquellos que no habíamos vuelto desde el día que lo abandonamos, cuatro décadas atrás.
He de afirmar que me sorprendió la trama urbanística. En realidad la ciudad continúa esencialmente como la conocí. Las calles, muchas con el rótulo en castellano, son las mismas por las que paseé. Hay alguna edificación nueva, sobre todo en los alrededores del antiguo Barrio Agulla y en la lengua que separa el aeropuerto del mar, pero en nada distraen o distorsionan el concepto urbano que imprimió la civilización española. La Barandilla, la escalinata, la plaza de España (hoy de Hassan II), los diversos edificios de esta plaza, etc….presentan la misma imagen que hace cuarenta años.
Pero, sin duda, lo que más me emocionó fue encontrarme con amistades, españolas e ifneñas, que me proporcionarían los elementos para recrear un Ifni, nuevo y viejo a la vez, al que me siento absolutamente ligado. Las hijas del coronel Gallegos, a una de las cuales intenté enseñarle alguna noción sobre lenguas románicas. Angel Ruiz, quien se pasó casi todo el viaje con lágrimas en los ojos recordando su estadía durante el 57 y 58. Alicia y Pilar que, en absoluto, son burócratas administrativas de la Asociación de Amigos sino dos apasionadas de un territorio que es consustancial con su existencia. A todos los que desde la Península nos desplazamos para reiniciar un vínculo que jamás debió interrumpirse. Al matrimonio Bish que vino desde Casablanca y ejerce de enlace constante.
Sin embargo me permitirán que cite, con mayor afecto si cabe, a los Meki, Fabián, Abdullah y Hassan que jamás permitieron que nos sintiéramos como simples turistas o extraños. Consiguieron que nos encontrásemos como en casa, a pesar de que algunas y algunos vieran tristemente abandonadas sus antiguas viviendas y los cuarteles en los que pasamos unos tiempos con mayor o menor satisfacción. No sólo fueron nuestros acompañantes sino los auténticos amigos y hermanos de los que jamás queremos distanciarnos.
Creo, con todo, que lo más extraordinario que nos pasó, a mí por lo menos, fue la recuperación de una voluntad y estima por un territorio y unas gentes de los que nadie conseguirá separarnos.
Hablaba anteriormente del concepto emotivo de un Ifni nuevo y viejo a la vez. Efectivamente, el sentimiento de reencontrarse con el Ifni de un etapa de nuestras vidas se conjuga con el propósito de aportar todo lo posible para que el actual, sin perder las raíces, adquiera una dimensión, a partir de esas mismas raíces, en la que podamos sentirnos todos integrados. Una dimensión que proporcione bienestar, cultura, riqueza, calidad de vida, etc…. a nuestros conciudadanos ifneños porque ese territorio está ligado a etapas trascendentes de nuestras vidas.
La actividad de la Asociación de Amigos de Ifni, y en concreto este viaje, son elementos valiosos para conseguir ese propósito. Una determinación en la que todos deberíamos sentirnos protagonistas y militantes. Porque la plasmación de ese propósito sería tanto como profundizar en nuestra condición de ifneños de corazón.
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